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Hoy,
al abrir las ventanas:
¡Sorpresa!
¡Las
alas de un ángel,
me
sobrevuelan!
Lo
busco y como siempre, ya es tarde.
Se aleja,
dejándome
sembrada de preguntas.
¿Vivía en mi casa?
Reviso
las porcelanas aladas. No falta ninguna.
¿Bajo
la alfombra
o
la mesa?
¿En
cuál rincón tan escondido de la biblioteca?
Pasa
la tarde y el día. El prodigio,
con
otras cosas de la memoria,
se
mezcla.
Llega
la noche, el cansancio,
la
bruma y el sueño.
Desaparecen el velo opaco
y el sarro: yo,
sin poderlo evitar, me
elevo.
Adolescente partiendo en la
oscuridad,
tarot número cero,
pájaros brotando a mis
espaldas.
¡Qué liviana está la
almohada!
Ahora, por fin,
sé a quién debo el cumplir de las promesas