miércoles, 17 de junio de 2020

-8-

 

Qué consuelo mas grande puedo suponer para mi pena

que el arribo de un antiguo ángel extranjero.


 Inclinare mi cabeza sobre su hombro,

y me sonreirá dulcemente.

En su mirada habitará la certeza del encuentro,

y de sus palmas se desprenderá una caricia.

 

El amará mi tristeza,

y para no frustrar su misión de ángel,

también yo aprenderé, entonces,

 a amarla.

 





-7-

 

Una mano amiga

 consiguió rescatar un ángel transparente

perdido en la multitud.

 

Ya libre,

 sacudió firmemente el polvo adherido a sus entrañas,

el barro que deformaba sus huellas,

las manchas de las alas,

 y los antiguos huecos de la memoria.

 

Ahora,

ese espectro que habitaba tras las sombras

se parece un poco mas a mí.

 

¿Soy yo

 este puñado de colores

y es mía la luz

 encendida tras mi nombre? 

 

Si así es,

usaré su brillo para hacer una linterna,

y con ella, buscar a mis amigos,

los que están, todavía, perdidos en la oscuridad.

 





-6-

 

Yo, ángel,

habitante de este cuerpo ignorado

que,

 a pesar de todo,

 sigue

vivo,

obediente a mis designios, mis deseos, mis caprichos

 como un perro fiel.

 

Olvidé

 cubrir el hambre que atravieza

sus agujeros,

omití sus

pedidos minúsculos:

una caricia,

un plato de sopa caliente.

 

Nada le di. Nada tuvo.

 

Me contempla,

animal resignado al tiempo que yo,

inmortal,

no supe darle,

 mientras él, perecedero,

nunca me negó

 uno sólo de sus instantes.

 

Ahora, cuando el dolor ahúlla en las venas

y los huesos crujen en la incompatibilidad ancestral

de la memoria y la carne,

 

 no se con qué milagro,

voy a restañar su sangre.

 





-5-

Una ronda de ángeles gira

sobre el techo transparente de mi casa,

minúsculas luciérnagas silenciosas

mensajeras del estío.

 

Yo, testigo del prodigio,

les entrego mi asombro,

 y montada en el eco liviano de sus pasos,

me inauguro, acompañante del bullicio.

 

¡Por fin comprendo!

 

  En la espera, el futuro acariciaba

el borde nuevo de las horas

mientras las huellas de algodón sobre el cristal

indicaban el fin de los días terribles del exilio.

 

Ahora

brilla el retorno imprevisto de la inocencia

a la luz del alba,

y es por eso

que una ronda de ángeles gira

 sobre el techo transparente de mi casa.

 




-4-

 

 

Oh mis ángeles negros

de inútiles ojeras agrandadas.

 

Angeles de harapos y de esquinas

cansados de veredas,

con sueños como guiñapos arrugados en los bolsillos

y alas machucadas,

de iridiscencias marchitas y membranas invisibles

acurrucados sobre sus rodillas.

 

Marchando destartalados sobre los propios mechones,

una perla en cada palma.

 

Oh mis ángeles decapitados.

Oh mis ángeles tristes.

Oh mis ángeles sin cielos.

 

 


-3-

 

Hoy, al abrir las ventanas:

¡Sorpresa!

¡Las alas de un ángel,

me sobrevuelan!

 

Lo busco y como siempre, ya es tarde.

 Se aleja,

dejándome sembrada de preguntas.

 

 ¿Vivía en mi casa?

Reviso las porcelanas aladas. No falta ninguna.

¿Bajo la alfombra

o la mesa?

¿En cuál rincón tan escondido de la biblioteca?

 

Pasa la tarde y el día. El prodigio,

con otras cosas de la memoria,

se mezcla.

Llega la noche, el cansancio,

la bruma y el sueño.

 

Desaparecen el velo opaco

y el sarro: yo,

sin poderlo evitar, me elevo.

 

Adolescente partiendo en la oscuridad,

 tarot número cero,

pájaros brotando a mis espaldas.

 

¡Qué liviana está la almohada!

 

Ahora, por fin,

 sé a quién debo el cumplir de las promesas

 

 

 


 


2-

 

Esta noche, esta noche,

esta misma noche,

necesito la ayuda de un ángel:

 ¡Debo encontrar la puerta al paraíso

en el centro de mi densa oscuridad!.

 

Si él es ciego,

tomaré su mano,

 lo conduciré por entre las ruinas,

evitaré que sus pies descalzos choquen con los muros,

las rejas,

la madera podrida de los cascos abandonados,

las puntas hirientes de los amores no correspondidos,

los espejos rotos,

las hojas arrancadas,

el hambre, el reflejo blanco de la luna.

 

En fin,

los tantos despojos

esparcidos

que habitan el alma.

 

Juntos,

arribaremos a un lugar todavía sin descubrir

y, a salvo sobre la roca,

 empuñando los bordes pulidos de la risa

 tallaremos viejas culpas olvidadas en cuentas  luminosas

para arrojar al cielo.